Criterio personal y la disciplina al escribir.



En el vasto universo de la escritura, últimamente nos encontramos inundados con un sinfín de consejos y reglas que pretenden ser guías infalibles hacia el éxito literario. Ya sea por medio de Tik Tok, YouTube, cualquier otra plataforma o red social. 

Sin embargo, en medio de toda esa sobrecarga de datos, a menudo perdemos de vista algo fundamental: nuestro propio criterio. La capacidad de discernir entre lo que resuena con nuestra esencia, y lo que no, es primordial para forjar nuestro camino en el mundo de las letras.

A decir verdad, la definición de lo correcto o incorrecto al momento de escribir una historia es subjetiva, y varía según las vivencias individuales. 

Más allá de las reglas gramaticales básicas, la seguridad y la conexión personal son primordiales. En última instancia, eres tú quien decidirá lo que resuena contigo y lo que va a contribuir con tu crecimiento como autor(a). 

En un entorno donde los consejos son moneda de cambio, es crucial recordar que cada escritor es un individuo único con experiencias, perspectivas y emociones propias. 

La amalgama de estas singularidades da forma a una voz  que merece ser escuchada. Al seguir al pie de la letra reglas preestablecidas, o incluso consejos estereotípicos, corremos el riesgo de diluir esa voz y sacrificar la autenticidad en el altar de la conformidad. 

Confianza en nuestra intuición, destrezas y criterio personal es, por ende, la brújula que nos guiará a través del vasto océano de la escritura creativa.  

Esto me lleva a tocar el segundo punto en este artículo: compararse con otros autores. 

Inspirarse implica aprender. Estar abierto a diversas fuentes de información, de absorber experiencias y explorar nuevos puntos de vista. Las ideas florecen cuando nos sumergimos en el conocimiento, y permitimos que este moldee nuestra visión del mundo. 

Es un proceso dinámico, el cual enriquece nuestra mente al nutrirla con la diversidad de los aprendizajes con los que nos topamos a diario en nuestro camino.

Así que, compararse con otros autores, sin duda, nos sumergirá en un pozo sin fondo de autoevaluación negativa. Reconocer las diferencias entre la sana inspiración y la comparación, es esencial no solo para preservar nuestra autoestima, sino también para mantener la originalidad en nuestras obras. 

En este viaje, es crucial aprender a discernir entre dos senderos aparentemente similares, pero diametralmente opuestos: la inspiración constructiva y la comparación destructiva.

La inspiración constructiva nos invita a aprender de las habilidades y estilos de otros, extrayendo lecciones valiosas que nutrirán nuestra evolución como autores. De ese modo, absorberemos nuevas ideas sin perder nuestra esencia.

Por otro lado, la comparación desencadenará una espiral de dudas y autoexigencia. Así que, es importante reconocer que cada autor tiene un camino singular. Y el valor reside en abrazar nuestra voz, en lugar de perderse en el eco de voces ajenas.

Lo cual me lleva al siguiente tema. 

En una sociedad obsesionada con la eficiencia, a menudo se malinterpreta la relación entre el tiempo invertido y la productividad en la escritura. 

Siempre he pensado que tomarse el tiempo necesario no es sinónimo de ociosidad; más bien, es una inversión en la calidad. 

La escritura requiere reflexión, revisión y una conexión profunda con lo que se desea plasmar. Aunque no pretendo generalizar, en mi experiencia, la premura a menudo conduce a obras superficiales, donde las ideas apenas rascan la superficie de su potencial. 

Tomarse el tiempo justo no solo mejora la calidad de la obra, sino que también establece un vínculo más duradero entre el autor y su audiencia, trascendiendo el momento fugaz de la lectura inicial. 

Pero, para lograr esto, la disciplina juega un papel crucial. Nos guste o no, es la fuerza que transforma la escritura de un acto ocasional en una práctica constante. La disciplina no solo impulsa la consistencia, sino que también trae consigo la resistencia al enfrentar los inevitables desafíos que la escritura conlleva.

Es la voluntad de sentarse frente a la página en blanco, incluso cuando las musas parecen haberse ido.

Así pues, la escritura es un acto profundamente personal que requiere la confianza en nuestro propio criterio, la capacidad de inspirarse sin caer en comparaciones perjudiciales, el reconocimiento de la importancia del tiempo invertido y la fuerza de voluntad para mantener el ritmo. 

Al abrazar estas verdades fundamentales, no solo fortaleceremos nuestra identidad como escritores, sino que también contribuiremos a un paisaje literario diverso y enriquecedor. En cada palabra escrita con determinación y disciplina, dejamos una huella única en el mundo que nos rodea. 

Recuerda que tu criterio es valioso y único. Mantén tu enfoque, confía en ti mismo y sigue escribiendo con entrega y pasión. ¡Tienes todo el poder de forjar tu propio camino en el mundo de las letras!


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